Son muchos los
aspectos de Lanzarote que hacen que esta isla sea única y especial. Entre ellos
hay uno que a menudo me llama la atención: su variedad étnica y cultural. Es
algo que, quizás, al principio puede chocar un poco. Yo llegué a la isla hace ya
unos 8 años y llegué con la idea de encontrar y relacionarme sobre todo con
gente del lugar, con los conejeros
(es así que se llaman los habitantes originarios de la isla, los verdaderos
lanzaroteños). Nada más lejos de la realidad. Lo que más puede chocar es encontrarte
a uno de ellos. Aquí hay muchas comunidades y cada día hay más. Seguramente la
más importante (numéricamente) es la británica y, en segundo lugar, la alemana.
O esto dicen; por que no existen estadísticas oficiales y, a mi parecer, la
segunda comunidad más importante numéricamente, es la comunidad marroquí.
También es muy fácil encontrarse con italianos, griegos, checos, eslovacos,
rumanos e hindúes y, por supuesto, la comunidad “peninsular”. Entre godos y guiris (y no quiero ofender a nadie!!!) parece que encontrarse con un conejero sea
verdaderamente un logro.
Ayer acompañé a una
familia, unos amigos eslovacos, a un pueblo del sur de la isla, Femés. Tenían
que ir a una reunión escolar. En Femés hay una pequeña escuela rural donde
pueden apuntarse niños desde los 3 hasta los 7 años y solamente acoge hasta 16
niños por año escolar. La profesora nos comentaba que este año, de los 16
alumnos, hay 4 britanicos, un alemán y una italiana, es decir que casi la mitad
de los niños son de origen extranjera… Y eso para mí es una gran suerte para
los peques mismos; aprenden ya desde pequeños a formar parte de este melting pot que es Lanzarote. A mí
personalmente es algo que me fascina: estar constantemente en contacto con otra
cultura, aprendiendo a conocer y respetar otras costumbres, otras maneras de
ver y entender las cosas que pasan a diario. Simplemente una maravilla!
Y claro, cuando luego
te encuentras a un conejero, estás
aún más contento. Son gente abierta, siempre dispuestos a ayudarte, a contestar
a tus preguntas, a informarte de cómo funcionan las cosas aquí, de cómo moverte
para solucionar tus problemitas diarios. Te hablan de sus cotumbres que,
desafortunadamente, se van perdiendo poco a poco, están muy entusiasmados en
ver que alguien se interesa por sus tradiciones. Son, en definitiva, gente
amable, amigable, dispuesta a ayudarte. A cambio te piden simplemente que
escuches sus historias, que aprendas a entender su cultura y su manera de
tomarse la vida…. Porque esto sí… si en España vale la regla de “hoy no, mañana”,
aquí todo parece girar en torno al lema “hoy no, pasado mañana”…. Porque en
Lanzarote no puedes estresarte, no está permitido correr por las calles del
centro para llegar a tu centro de trabajo o para ir a la tienda, ni siquiera
hay colas para subirte al bus (o a la guagua, como le llaman aquí). Aquí debes
aprender a tomarte todo con calma, relajación y mucha paciencia. Y esto es
genial. Todos están más contento y siempre sonrientes. Simplemente una gran suerte
vivir en una isla así.
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